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Estáis consiguiendo que Ana Obregón me caiga bien


Así es, lo estáis consiguiendo. Ana Obregón, que para mí, ni fú ni fá, ahora me cae bien. Me suelo sentir cómplice con las víctimas. Y la Obregón lo es. Una víctima a la que no hace falta pedir explicaciones. Esas cosas de la presunción, ya para los que dicen que han estudiado derecho, muy derechos no debían estar ;D

Y es que son tantos los artículos opinadores que he leído en su contra porque a los 68 años ha decidido lo mismo que otros/as hicieron y de los que no se ha dicho ni media, que me conmueve. Soy fan de las causas perdidas.

A ella, a la Obregón, la está cayendo la del pulpo. Es un nuevo ejemplo de la hipocresía cainita de este país que sigue anclado en postulados inquisitoriales. Será porque ha puesto de manifiesto que es de derechas. A mí, eso me la pela. Cada cuál es cada quién y si fuéramos todos iguales, como a algunas/os les gustaría, la vida social no tendría gracia ninguna. En la diferencia está la alegría. Y otro dato, que no, que todos no somos iguales. Y este, el caso de la Obregón, es un nuevo caso palpable.

Y eso que es mujer, joder, menos mal.

Pero recuerda, otros hombres ya subrogaron un vientre de alquiler. Léase: Miguel Bosé, aunque de eso nos enteramos muchos años después. A Bosé también le cayó la del pulpo, pero porque puso en entredicho esa cosa del bichito. Ostias como panes, pero de la subrogación de cuatro lebreles, ni media. Más hipocresía. ¡Qué asco!, ¿no? ¡Qué falta de coherencia! Bueno, lo habitual en estos tiempos maniqueos de compadreo en los que algunos tragan afilados sables y encintan el culo con puños enormes. Eso sí, mirando a otro lado. Y es que la lista comienza a hacerse interminable: Kiko Hernández, Isabel Pantoja, el presentador Jaime Cantizano, el cantante Miguel Poveda, el reportero Torito, el empresario Kike Sarasola, el actor Roberto Enríquez, la baronesa Thyssen o el actor Javier Cámara. A todos estos no se les censuró en su momento, al contrario, se reseñó como noticia, sin más. O se les hizo la pelota, también afición entre algunos juntaletras agradecidos.

Y ya, para terminar. Esa hija que ha tenido la Obregón, -vaya usted a saber si el padre es su hijo-, no pasará hambre.

No critiquen a la Obregón porque es mayor -a los que superamos los cincuenta nos van queriendo en cada vez menos sitios- No la critiquen porque su esperanza de vida la sitúa, en el mejor de los casos, con ochenta y cuatro años, según el INE,  cuando pase a la eternidad de una supuesta mejor vida. ¿Irán al cielo los maniqueístas? ¿Irán al cielo los criticones?

Que lo he leído, de veras, que va a morir cuando la criatura cumpla los dieciséis. Sí, lo publicaba un periodista en El Mundo, como si el Nostradamus opinador tuviera información privilegiada sobre el porvenir de las personas. Y lo he leído en comentarios de las apestosas redes sociales, inmundicia que sobrepasa el entretenimiento -o el postureo- para vomitar la resaca de cada día de cerebros descerebrados.

A todos los criticadores les recuerdo que su hijo, Alessandro, falleció fuera de las estadísticas. El sarcoma de Ewing le arrebató la vida. La Obregón le sobrevivió más allá del Big Data ese que nos venden como estadísticas certeras. Ya lo apuntaba así Byung-Chul Han “cada uno es amo y esclavo en una persona”. Y mejor atinó Hegel en esa dicotomía del amo-esclavo (perdonen la reiteración es cuestión de SEO, otra forma de esclavismo). El Big Data, también.

Si la Obregón no puede ofrecerle un futuro a su hijo, que los pobres dejen de procrear. ¡Cuánto listo hay!