Posted inarticulos / literatura / wilde encadenado

El oficio de escritor: la eterna esclavitud

El oficio de escritor: la eterna esclavitud

Una experiencia inmersa en la realidad del mercado editorial español

  1. De una gran editorial a una editorial-imprenta 
  2. La editorial-medio-pequeña-pequeña-pequeña-pequeña-pequeña-pequeña
  3. El prólogo de Luis Antonio de Villena

He estado a punto de firmar un contrato editorial (no coedición) con una ‘editorial’ para publicar mi novela WILDE ENCADENADO. Finalmente, decidí no hacerlo, y en este artículo de mi blog voy a explicar las razones que, espero, os puedan ser útiles a vosotros, escritores, que pretendéis comenzar la nobilísima andadura en el mundo de la edición de vuestro trabajo.

El oficio de escritor: la eterna esclavitud
El oficio de escritor: la eterna esclavitud

Probablemente, la mayor parte de los que escribimos (salvo Kafka y alguna que otra excepción que confirme la regla) pretendemos que nos lean. Quizá esa sea la segunda razón. La primera, al menos en mi caso, es poder explicar cómo entiendo el Mundo para poder explicárselo a los demás. Poner orden y que la música de mis pensamientos no desentone (lo que no creáis que alcanzo). En este punto, mi recuerdo no puede obviar la pregunta que el gran Charles Bukowski se hacía en una carta preguntándose a sí mismo: ¿si estuviera solo en una Isla desierta acaso cogería la rama de un árbol para garabatear mis pensamientos sobre la arena…

Pero, lejos de disquisiciones con mayor o menor profundidad filosófica, estoy en la creencia orteguiana de que los que escribimos lo hacemos para ser leídos.

¿si estuviera solo en una Isla desierta acaso cogería la rama de un árbol para garabatear mis pensamientos sobre la arena…?

Como apuntaba al principio, voy a explicar porqué he decidido autoeditar mi novela, pasando olímpicamente de una supuesta editorial (de tamaño medio-pequeño que cada día que pasa me parece más pequeña).

De una gran editorial a una editorial-imprenta

Antes de llegar a toparme con la editorial medio-pequeña-pequeña mantuve contactos con una GRAN EDITORIAL.

La cuestión se resume en que cuando eres capaz de captar la atención de esa gran editorial, algo que conseguí por el hecho de conocer a alguien dentro, (olvídate de hacerlo de otra forma) examinan tu obra desde un punto de vista comercial y de estilo, como es lógico, pero valoran mucho que ‘alguien te conozca’, si eres un personaje público por alguna razón o, simplemente y en el mejor de los casos, te conocen en tu casa a la hora de comer.

«Con WILDE ENCADENADO, según me dijeron, tuvieron que pedir tres informes, uno interno (el habitual) y otros dos externos…

Fue, en ese momento, cuando me contaron que llegaron a publicar a un autor desconocido para el gran público, pero que como había realizado un esfuerzo por dar a conocer su obra (los fines de semana recorría las librerías regalando marcapáginas con la portada de su obra allí impresa y ofreciéndoselo a los libreros a cambio de una pequeña comisión); y logró llamar suficientemente la atención, le ofrecieron publicarla, consiguiendo colocar ochenta mil ejemplares en el mercado.

En mi caso, con WILDE ENCADENADO, según me dijeron, tuvieron que pedir tres informes, uno interno (el habitual) y otros dos externos. Les gustaba mucho la idea de la novela, pero les pareció que le faltaba narrativa, que la historia de amor, no tiraba… Está claro que esos avezados lectores no entendieron que la novela NO ES (solo) UNA HISTORIA DE AMOR y la cuestión narrativa es una cuestión de estilo.

Esos lectores que presumen tener como un tesoro reluciente un modelo están acostumbrados a un estilo y mi forma de contar HISTORIAS puede que sea diferente a la usual. No me gusta escribir con el detalle de una cámara fotográfica. No quiero aburrir al lector con descripciones que no aporten; deseo que la trama se imponga sobre lo superfluo.

En el mundo moderno empresarial de nuestro occidente se han acostumbrado a modelos que creen que funcionan, hasta que llegan otros diferentes (asumiendo el riesgo) que les terminan por enmendar la plana.

Es sencillo recordar el caso de Harry Potter. Ninguna editorial quería publicar una novela infantil que sobrepasara las 150 páginas porque el mercado editorial tan acostumbrado a sus modelos, pensaba que los más jóvenes no querrían leer una novela de la envergadura que había escrito JK Rowling.

El tiempo le dio la razón (a Rowling y a la editorial que apostó por ella); y las grandes editoriales que la rechazaron se quedaron con la misma cara de imbéciles que tenían antes -esa no había quién se la arrebatara-, pero con menos dinero gracias a sus «modelos y esquemas financieros», ya obsoletos. Y que comenzaron a cambiar desde entonces.

Portada Wilde Encadenado, una novela de José Carlos BermejoPero, bien, lo acepto. Como me dijeron, sus recursos son limitados y deben apostar por inversiones que sepan cuantificar sus cerebros contables (seguro que repletas de números que cuadran cuando el nombre del autor es un presentador de televisión o un personaje que nos deleita con sus mejores recetas de cocina, o el youtuber que el tiempo pondrá en breve demodé)…

Teniendo, aducen desde la gran editorial, más de mil puntos de venta en España; que tienen que pagar para conseguir poner los libros en los escaparates de las grandes tiendas que no hace falta que miente porque ya las conoces; y como aquí todo el mundo se queja, ellos, como gran editorial dicen estar en manos de los libreros y los distribuidores.

Si hablas con los libreros o con los distribuidores, te dirán lo contrario, conformando con sus palabras la exacta imagen de esa pescadilla que jamás se mordió la cola en la vida real… Porque que yo sepa, las pescadillas tienen otras cosas mejor que hacer 😀

La editorial-medio-pequeña-pequeña-pequeña-pequeña-pequeña-pequeña

Por mediación de otro alguien que conozco (esto que antiguamente se llamaba recomendación es necesario para TODO ¡qué te voy a contar!), entro en contacto con esa editorial medio-pequeña-pequeña-pequeña (ya digo, cuanto más tiempo pasa, más pequeña la percibo 🙁

El editor, que ni quisiera se ha leído la novela, solo la sinopsis que le ha parecido interesante, y aconsejado por ese alguien, y por su instinto de CEO (como se hace llamar) decide que puede ser una buena idea comercial publicarla.

En este punto, aunque ya vislumbro algunas notas disonantes, todo en mi es un alborozo. ¡He encontrado una EDITORIAL! ¡QUIEREN PUBLICAR MI NOVELA! LA VIDA ES MARAVILLOSA Y YO SOY SU TESTIGO. Sin embargo, cuando comienzas a tener trato con ese editor de la editorial medio-pequeña-pequeña-pequeña-pequeña te das cuenta que lo que quiere es:

  1. Que tú te encargues de toda la promoción de la novela.
  2. Que prepares la presentación en un sitio con clase y repercusión.
  3. Tiene mucho interés en saber cuánta gente va a ir a la presentación (a ti te ha dicho que va a editar 500 ejemplares y que te corresponderá el 8% de las ventas hasta que llegues a los 4000 ejemplares vendidos, entonces pasarás a cobrar el 10%, que te liquidarán a final de año). Te dice: ‘Si a la presentación solo van 40 personas es un fracaso…’

Y yo le digo, lo que es un FRACASO es que a la presentación vayan mis amigos y familiares. Y que la editorial-medio-pequeña-pequeña-pequeña-pequeña-pequeña, en ti representada, solo haga que mirar cómo publicito y promociono mi obra para que tú, INÚTIL, vendas mi trabajo quedándote un buen porcentaje (descontando los gastos de maquetación e imprenta de vaya usted a saber cuántos ejemplares reales).

Durante semanas percibo en mí una sensación de desconfianza creciente porque parece claro que el editor CEO no va a a mover un solo dedo para complicarse la vida en distribuir la novela. «No sé dónde se distribuirá porque -aduce-: eso no está en mi mano». «Entonces, ¿para qué quiero un editor?», me pregunto yo…

Pienso que estoy ante una imprenta que me va a prestar su sello cuyo valor, no puedo de otra manera, que poner en entredicho. Me dicen que viven de las coediciones. Y no entiendo cómo alguien puede pagar a esta editorial un euro para coeditar nada. 

Pasan los días y las dudas crecen. Envío un correo electrónico y un WhatsApp y, ante mis preguntas, la respuesta es el silencio. Y eso que las preguntas eran sustanciales. Solo me había ofrecido cuatro días del mes siguiente para preparar la presentación. Y, de esos días, solo uno era viernes. Había encontrado una sala donde poder realizarla, pero le parecía pequeña. Pasan las semanas, pero no hay respuestas.

Y le vuelvo a escribir, más que nada porque quedó en enviarme el contrato. Que yo le pedí porque quería leerlo con calma. No precipitadamente en su despacho. Y no me negó que no lo fuera a enviar, pero jamas lo hizo

Solo hubo una reunión en su despacho, anterior a todo lo dicho, donde me dijo que ellos analizaban las novelas dando prioridad a tres puntos cardinales:

  1. Que estuviera bien escrita
  2. Que el tema fuese interesante para un determinado público
  3. Que fuera ‘vendible’

En muchas ocasiones, lo sustancial e importante lo suelo dilucidar de forma inconsciente como consecuencia de un momento muy concreto y como consecuencia de un detalle que hace rebasar el vaso, un detalle muchas veces mínimo. En este caso, tuve demasiados detalles y ninguno era mínimo. Era como si estuviera viendo venir lo inevitable. Que ese editor no iba a hacer nada por mi novela, y mucho menos por mí. Si no se preocupaba ahora: ¿cuándo lo iba a hacer?

Hasta que tomé la decisión. Por correo electrónico: «Mira, he decidido no publicar la novela. Gracias por todo.», aunque por educación no le dije que lo había pensado mejor y que había decidido no ser ser su ESCLAVO. Por mucho que me prometiera estar en la FERIA DEL LIBRO. 

Dado que no respondía a mis preguntas que, por otro lado, eran sucintas y consecuentes con el objetivo que teníamos en común. 

Y, finalmente, el editor de la editorial-medio-pequeña-pequeña-pequeña-pequeña-pequeña-pequeña, que solo había contestado a una llamada telefónica de cinco intentos, POR FÍN, responde: «Tomamos nota de su decisión y procedemos a destruir todo el material relacionado con la edición de su libro.
Saludos cordiales».

Antes, el editor CEO, le había preguntado a mi ‘conocido si sabía algo sobre ‘este tema’

Y yo me digo: ¿Será capaz, en su manifiesta incompetencia, de destruirlo de verdad? Y os pregunto: ¿qué diferencias encontraremos entre publicar la novela con una editorial de este pelo y autopublicarla? Solo el tiempo escribirá la respuesta, pero creo que poder manejar los tiempos y tener al alcance la toma de decisiones me hará más feliz que dejarlas en manos de alguien para el que solo represento dinero… y no demasiado.

Por suerte, Luis Antonio de Villena pudo leer mi novela, y esto fue lo que escribió sobre ella

Lee el prólogo de LUIS ANTONIO DE VILLENA

Consigue el primer capítulo GRATIS de Wilde Encadenado.
Escribe tus datos y recíbelo en tu correo

[newsletter_form]